Alejandro López lleva 25 años viajando a la montaña más famosa del viejo continente por la calidad de sus rutas y las posibilidades que ofrece. «Hasta ahora», como él mismo confiesa. «La magia de ir al Mont Blanc reside en hacer las mismas rutas que realizaron los pioneros, pero eso ya no es posible. Lo de este año ha sido horrible, todo está desmoronándose. Yo me planteo no volver», lamenta.
El alpinista gallego optó este año por el ascenso al Mont Blanc por el lado italiano, menos concurrido que la ruta francesa. «La temporada de esa ruta en concreto suele durar unos dos meses, desde principio de junio hasta finales de julio. Este año, sin embargo, solo estuvo abierta durante tres semanas. Nosotros estuvimos a finales de junio, cuando las rutas deberían estar todavía llenas de nieve y las grietas tapadas, pero las temperaturas eran de 10 grados a 4.000 metros, una auténtica barbaridad. No había manera de pasar por el glaciar porque estaba completamente fragmentado y los derrumbes eran constantes», comenta.
El alpinista coruñés ha sido testigo desde el año 1996 de cómo ha cambiado la naturaleza del mítico Mont Blanc debido al cambio climático. «La primera vez que estuve hice la bajada desde el Aiguille du Midi, un pico al que se sube en teleférico. Desde ahí el descenso se realiza a través del llamado Valle Blanco, un valle glaciar. Ese glaciar que antes llegaba hasta Chamonix, ahora ha retrocedido en altura unos 150 metros».
Para Álex, como para otras muchas personas alrededor del mundo, el cambio climático no es una noticia en un periódico, sino una realidad con la que tiene que convivir. Tampoco es algo que pueda negar. «Nunca pensé que diría esto, pero lamentablemente soy testigo. Hace 25 años, cuando empecé, el cambio climático me sonaba como algo muy lejano, que no me afectaría. Estaba equivocado. Ahora me planteo seriamente cambiar la manera de practicar el alpinismo para que mi vida no corra peligro», concluye.
Artículo publicado en La Voz de Galicia